
Cuando viajamos nos interesa conocer otras culturas, otras formas de vivir, pero,..., ¿hace falta salir fuera para enriquecernos con otras formas de vida?.
Este fin de semana hemos hecho una escapada a Asturias, concretamente a una aldea llamada Fresnedo, para hacer la Senda del Oso.
Llegas allí y te impregna un olor a pueblo, a pan de escanda (hecho con harina de maíz en vez de de trigo, porque, según nos explicó un lugareño, en las montañas no se puede plantar trigo). Nosotros, urbanitas del demonio, nos embobamos con las explicaciones, pero también con las gallinas correteando por tus pies, los horreos llenos de mazorcas de maíz colgando de sus postes (¡ahora por fin entiendo para que quieren tanto maíz!).

La sensación de que te despierte el canto de un gallo en vez el sonido del odioso despertador, hace que te olvides por completo de la rutina que nos envuelve a diario. Es una inyección de aire fresco que te recarga de energía y que te permite volver a empezar la semana con un poquito más de optimismo, cerrando los ojos y pensando en verde!.